Proyectos
Conexión con el paisaje
Ubicado en lo alto de Zapallar, al borde de una quebrada que mira al norte y no al mar, Macarena Fernández y Francisca Salas desarrollaron este paisajismo que por color, movimiento y textura, resalta en un contexto dominado por cerros boscosos.
Texto, Jimena Silva Cubillos. Fotografías, José Luis Rissetti.
Con una pendiente muy pronunciada y constante, esta propiedad emplazada en el loteo Lomas de Zapallar, en la zona alta de ese balneario, no era un lugar fácil de abordar bajo ningún punto de vista. Tanto las arquitectas que proyectaron la casa –Angie Chadwick y Carola Letelier, de la firma Apio– como las paisajistas Macarena Fernández y Francisca Salas, de Flora Paisajismo, debieron lidiar también con un terreno bastante arcilloso y que, en su condición de borde de quebrada, reunía muchas bajadas de aguas lluvias del condominio y de otros cerros.
Partiendo de la base que la casa se construyó sobre una especie de terraplén armado a partir de una pequeña excavación, y despegada del cerro para evitar problemas de humedad, las paisajistas desarrollaron un jardín que la rodea por completo, abrazando a un gran volumen de dos pisos tipo galpón.
Bajo la lógica de intervenir lo justo y necesario la superficie del sitio, para evitar su degradación o problemas con el desagüe y el escurrimiento de las aguas, en este diseño paisajístico se decidió conservar la mayor cantidad posible de árboles nativos y algunos introducidos que estaban en el terreno, los cuales abarcan molles, peumos, maitenes, boldos, olivos y pitosporos ondulata, y se agregaron otros, como quebrachos. También se incorporó una buena cantidad de mioporo rastrero, un cubresuelo utilizado con fines de contención.
–Permanentemente se está lavando la superficie; no ha sido fácil afirmarla –comenta Francisca, quien es ecóloga paisajista. Y Macarena, ingeniera comercial de profesión con un postítulo en Arquitectura del Paisaje, agrega: “En algunos sectores, además, tuvimos que poner romero rastrero y Nepeta, apoyados con jardineras y escalones hechos con durmientes”.
Según explican, en su diseño fue clave la creación de senderos que recorren el jardín, permitiendo contemplarlo y llegar a diferentes estaciones o lugares de estar, como una explanada de maicillo considerada para que los niños puedan jugar tenis o paletas; el área de la piscina; la zona del quincho techado, o un sector que permite un vínculo más estrecho con la quebrada.
Por otro lado, dicen, este jardín lo pensaron como un cuadro, y por ello se preocuparon de armar macizos de plantas que juegan con el colorido, las texturas y el movimiento. Así, en contraste con el verde que impera en los cerros próximos, aparecen los tritomas –resaltan con sus tonos anaranjados y amarillos–, las pitas rojas, un par de Anigozanthos –un arbusto con varas de vivos colores que puede llegar a más de un metro de altura–, los destellos dorados de los Coleonemas y también los équium, las Verbenas bonariensis, los Sisyrinchium, las Nepetas, las Westringia y las lavandas, un sinnúmero de especies que cubren toda la gama de los azules y morados. El uso de pastos que dan soltura y movimiento (Stipa y Festuca arundinacea), así como de plantas que podrían tener un crecimiento más globoso, como los Rhus crenata, es otro de los atractivos de este paisajismo.