Especies en el jardín
Gesto poético y sustentable
Dar cobijo a insectos benéficos para que se acerquen a parques y jardines y se transformen en un control natural de plagas es uno de los objetivos de estas casas de bichos. Y, por supuesto, también alejarse de químicos, proteger especies que sucumben con los pesticidas y llamar la atención de niños y adultos sobre este mundo pequeño de importancia enorme.
Texto, Paula Donoso Barros.
Están en un rincón. Bajo los árboles de un parque o en la esquina de un jardín, con sus cuartitos preparados para recibir a sus huéspedes. La primera vez que Valérie Reynes vio un hotel de insectos fue hace algunos años en Francia. Estaba instalado en un jardín en la rue des Rosiers, en el tradicional barrio parisino de Le Marais. Desde entonces, los encuentra cada vez con más frecuencia cuando viaja. La última oportunidad en que vio uno fue el año pasado, también en París, junto al Grand Palais. Cuenta que cuando subió la foto a Instagram, sus amigos comenzaron a mandarle imágenes de otros en distintos pueblos franceses, y también en Canadá.
–Me llamaron la atención, su significado me identifica plenamente. Es amor por el arte modesto, por esas cosas ridículas, chiquititas, poéticas, que conmueven y que guardan mucho sentido –asegura Valérie.
Una mirada que la une con la paisajista Macarena Maturana y con Paloma Stott, arquitecta paisajista, las tres siempre pendientes de lo simple, atentas a la llegada del primer “pololo” que trajo volando la primavera, o de si ya apareció el abejorro chileno, el naranja, porque el amarillo es destructor. El grupo se entusiasmó con replicar la idea de las casitas, emprendimiento que llamaron “Un techo para bichos”, sumándose a la idea de ofrecer un refugio donde los insectos puedan sobrevivir en invierno.
–Son un gesto poético, un recordatorio para relacionarnos de cerca con la sustentabilidad, pero también un sistema efectivo para recuperar la biodiversidad. Nos interesa que con este pequeño guiño volvamos a darle un sentido a la biodiversidad, al control biológico, pero de una manera más linda y romántica –dice Macarena–. Es una tendencia ecológica mundial, donde un gesto como este puede evitar los pesticidas, químicos que matan al pulgón, pero también al pájaro que se come al pulgón.
La construcción es simple, y su arquitectura, muy decorativa. Consiste en una estructura de madera, con muros de malla y su interior dividido en sectores que las socias llenan con la recolección que hacen en sus caminatas y paseos. Unos con troncos, otros con cañas, con ramas, con piñas, con ladrillos, se convierten en diferentes hábitats para los distintos insectos benéficos, que se esperan como huéspedes. Chinitas, mariposas; moscas florícolas –“un tipo de silfido que se disfraza de abeja y anda en los jardines polinizando”– que viven en las cañitas huecas. También abejas solitarias y crisopas verdes.
Son insectos que se alimentan de las plagas habituales de jardines y huertos –de ahí lo de benéficos–; por lo que su presencia acaba de manera natural con los muy nocivos chanchitos de tierra, pulgones, mosca blanca, además de otros.
–Aunque los insectos “trabajan” en un radio de dos kilómetros y pueden salir a alimentarse, la propuesta es que estas casas se acompañen con flores mielíferas en sus cercanías. Así, los insectos llegarán a alimentarse, conocerán el territorio, y cuando sea el momento de hibernar, en otoño e invierno, buscarán estos refugios que ya les serán familiares. Y cuando salgan en la primavera, actuarán como control biológico.
En distintos tamaños, los refugios se adaptan a cualquier medida de parque o jardín. Las casas de bichos se deben instalar en una zona soleada y bien protegida del viento y la lluvia.
Achillea, malvas, borrajas, budlejas, lavandas inglesas y francesas, cosmos, Echinacea, hinojos, capuchinas, verbenas, suspiros, mentas, nepetas y romeros son su mejor menú. Las lavandas, el quillay y la borraja atraen especialmente abejas, que polinizan el resto del jardín. Los hinojos, las caléndulas y las salvias llaman chinitas, que se comen a los pulgones. Y las capuchinas, mariposas. Aunque para verlas antes haya que convivir con algunas cuncunas. “Ya lo dijo el Principito –recuerda Macarena–: ‘Tendré que soportar dos o tres orugas si quiero conocer a las mariposas’”.