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Para estar y recorrer

Estructurado, pero suelto a la vez, así es este jardín proyectado y construido por Passalacqua Paisajismo en Santa María de Manquehue. En él, el agua es un elemento fundamental, lo mismo que las flores y aromas que atraen a las abejas; los macizos de distintas alturas, árboles, senderos e instancias para estar y disfrutar.

Texto, Beatriz Montero Ward. Fotografías, José Luis Rissetti.

Desde la entrada de la casa lo primero que se ve es un gran espejo de agua con plantas acuáticas que se prolonga en una larga piscina con efecto de sinfín, uno de los elementos más importantes de este jardín y punto de partida del proyecto que aquí realizaron las hermanas Pía y Josefina Passalacqua. Y es que el propietario de esta casa, ubicada en un condominio en Santa María de Manquehue, así se los encargó, pues para él la presencia del agua era fundamental, tanto por su gusto por la natación como por la sensación de calma y bienestar que provoca.

Entre la piscina y un espejo de agua se plantaron más de 300 lavandas que dan color y aroma.

Junto a ella, y para enfatizar aún más su existencia en el jardín, las paisajistas diseñaron otro espejo de agua, que plantaron con nenúfares y acompañaron con un largo macizo de más de 300 lavandas, que asegura una linda floración en primavera y verano, fragancia y la visita constante de abejas, mariposas y otros insectos. Rematan este sector tres grandes fuentes de hormigón con crespones fucsia, que además de dar movimiento con sus distintas alturas se instalan como importantes elementos decorativos. “A continuación se hizo un camino de gravilla que se soltó con Dietes grandiflora, lirios de verano celestes y rosados y Rhus crenata. Y, al fondo, a lo largo de la hilera de laurel comestible que deslinda con la pandereta se dispusieron seis macetas de madera gris con magnolios grandiflora, boj y Campanula carpatica que tiene un color lila precioso en verano”, cuenta Pía. Acompañan y dan movimiento macizos con tulbalgias que florecen todo el año, mirtos y tobiras enanos que ayudan a dar variados tonos de verde.

“Jugamos con la floración de tal manera que en una época predominen los azules y rosados y en otra, los blancos”, comenta la paisajista.

Al frente, mirando la piscina, se levantó una pérgola con estructura de fierro y pilares revestidos con la misma piedra de la casa, que se llenó de flor de la pluma. “Esta zona es mucho más suelta y ella comprende un jacuzzi y un quincho, que también proyectamos como parte del jardín”, advierte Pía.

Desde el jardín se logra obtener también una linda vista hacia la cordillera.

Junto a la terraza, como espacio intermedio entre ella y la zona de pasto, se diseñó un jardín semiduro con líneas de pastelones, grandes bojes redondos, anémonas blancas que tienen buena floración en febrero y marzo, lirios blancos y azaleas fucsias que florecen en primavera (septiembre y octubre). “Jugamos con la floración, de manera que en una época predominen los azules y rosados y en otra, los blancos”, dice Pía. Flanqueando esta zona, en cada uno de sus extremos se levanta un enorme peumo.

El jardín se estructuró de manera lineal, en tres zonas: piscina, pasto y pérgola. Vista desde esta última.

Al fondo, en cambio, se plantaron rosas arbustivas y pitosporos tobira. Un conjunto que en cierta forma le quita rigidez al diseño y lo desordena un poco. Desde ese sector se baja a una zona que se originó al construir el muro contenedor para nivelar la pendiente. Allí se dispusieron Agapanthus, mientras se decide construir una huerta, tal como las paisajistas lo contemplaron en el proyecto original.

La zona de piscina remata en este conjunto de tres macetas de hormigón con crespones fucsia.

El pasillo del acceso, al cual da el escritorio de la casa, se cubrió con gravilla y se instalaron fuentes de fibra con campanillas, y se plantaron alstroemerias rojas. “Aquí también hay Sterculia, un árbol de estructura muy bonita que engrosa su tronco y mantiene el follaje en lo alto, lo que en zonas angostas resulta muy bien”, comenta la paisajista.

Los árboles junto a la pandereta se plantaron en macetas de madera gris, que soportan muy bien el agua, con el propósito de que su crecimiento fuera moderado y no taparan la vista al imponente cerro.

Por último, como la vista que hay desde el sitio al cerro Manquehue es tan espectacular, todos los árboles que van en los deslindes se plantaron en macetas, de manera que su crecimiento sea moderado. Asimismo, los muros se cubrieron con Ficus repens y jazmín hélice de flor blanca y muy aromática. “La idea fue originar un jardín bien moderno, estructurado, pero también con movimiento dado por las plantas y las alturas. Siempre en él hay algo silvestre que se encarga de restarle rigidez”, advierte Pía, de Passalacqua Paisajismo.

Las panderetas se cubrieron con Ficus repens y jazmín hélice.

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