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Proyectos

Jardín sin fronteras

Un paisajismo mediterráneo proyectó Teresa Piemonte en un terreno de fuerte pendiente en Lo Curro, Vitacura. Lleno de colores, texturas y riqueza visual, esta explosión de naturaleza es un potente estímulo para los sentidos.

Texto, Jimena Silva Cubillos. Fotografías, Carla Pinilla G. 

En el sector de Lo Curro, en un sitio que forma parte de una ladera de cerro con fuerte pendiente y exposición poniente, Teresa Piemonte, quien lleva 18 años ejerciendo como arquitecta, paisajista y diseñadora, recibió el encargo de proponer un jardín de casi 4.000 m². Naturalmente, el lugar es una especie de anfiteatro que ofrece vistas muy amplias de gran parte del sector oriente y centro de Santiago, ciudad que, pese a su condición urbana, a esta altura, aún se aprecia bastante llena de vegetación. 

Con bloques de piedra se habilitaron escalinatas y se marcaron desniveles. Su rigidez contrasta con la soltura de la gravilla y la diversidad de especies.

Según cuenta, el desafío fue vincular el paisaje circundante a la casa, que estaba posada en uno de los aterrazamientos generados en el cerro, por lo que se buscó acercar ese entorno verde a la construcción o, al revés, la casa al paisaje para que perteneciera al lugar. “La gran problemática es que el contexto es superfuerte, y el relieve que presenta el lugar, potente, y, sin embargo, la arquitectura, al proyectarse casi en un solo plano, no reconocía esas características”, dice la paisajista de Estudio Teresa Piemonte (@estudiopiemonte). 

El pasto quedó restringido a una pequeña zona a un costado de la casa, junto a los agapantos.

Entonces, mediante una serie de senderos peatonales, escalinatas y lugares de estar que bordean la zona cercana a la casa –como terrazas, patios semiduros, una huerta y un fogón–, algunos diseñados en conjunto con los arquitectos, se fueron relacionando los elementos. El trazado se trabajó en función de la nobleza y ortogonalidad de una casa contemporánea, usando materiales nobles, como piedra, hormigón, madera y gravas, para mantener un lenguaje unitario y armónico, tanto con la arquitectura como con el contexto. 

A medida que el jardín se aleja de la casa se va haciendo más salvaje y desordenado, fundiéndose con el entorno.

Cabe destacar que en las terrazas se utilizó mármol travertino, y, como una extensión de dichos pavimentos, prolongándose hacia el jardín, se incorporó gravilla ocre playa, un material de tonos similares a la piedra, pero mucho más blando. Además, en las contenciones del terreno –muros de hormigón visto y piedra– se empleó malla de coco para que este ítem del proyecto fuera más abordable económicamente. Afín con la idea de generar continuidad visual, en vez de ir en contra de la naturaleza, y empatizar con los gustos de los dueños de casa, Teresa Piemonte habilitó un jardín de corte mediterráneo, que responde bien al clima de la zona central. La base fueron plantas resistentes, como dimorfotecas, lirios, tubalgias, Rhus, lavandas, pitosporos tobira, Cistus, Stachys byzantina, romero rastrero, Westringia, Verbena bonariensis, Santolina, laureles de comer y en flor. Algunas de las especies estructurales son olivos y madroños, ambas de follaje suelto y llamativo; también quillayes y maitenes, representantes del paisaje propio del entorno. “Es un jardín de colores vibrantes, maravillosa floración y texturas muy variadas”, acota Teresa, quien también armó bosquetes de crespones y ejes de cítricos en macetas de acero corten, material que, por su tonalidad, tiende a mimetizarse con el paisaje. 

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